Ley de Movilidad: ¿Qué perdemos por no tenerla?

El desplazamiento de personas no se puede tratar exclusivamente desde la mirada del transporte. Principalmente, porque este sector del Estado no cuenta con las herramientas jurídicas e institucionales para administrar todos los aspectos sociales, ambientales y territoriales que ocurren producto de las necesidades y deseos de las personas para desplazarse en ambientes urbanos y rurales, los cuales sí se pueden atender cuando los países institucionalizan la movilidad y modernizan sus marcos normativos, mejorando competencias, políticas públicas, instrumentos y su institucionalidad. No dar este paso tan importante significa profundizar un universo de necesidades humanas no atendidas, y con ello, aumentar las brechas en términos de equidad, justicia, dignidad, enfoque de género e inclusión.

Debido a ese vacío jurídico e institucional, las personas, las comunidades las ciudades, las regiones y el país pierden posibilidades de desarrollo, calidad de vida, cohesión social y beneficios ambientales. Y por el contrario, su inexistencia agudiza problemas tan graves como: la contaminación ambiental, la segregación social, la congestión, la extensión urbana, la siniestralidad vial, la pobreza, la discriminación, la falta de oportunidades, la competitividad, el rendimiento escolar y laboral, entre muchos otros.

Comenzar a entender esta problemática podría iniciarse desde la perspectiva de analizar preguntas relacionadas con la movilidad y que hoy no tienen respuestas, tales como: ¿Quién atiende las necesidades básicas de las personas con discapacidad que no pueden salir de sus casas por dichas limitaciones, y que representan un 14% de la población de Chile según el INE?. ¿Quién proporciona opciones de movilidad a las personas que cuidan ancianos o enfermos terminales?. ¿Quién monitorea y apoya a las personas que no pueden satisfacer sus necesidades de desplazamiento cuando están impedidos de hacerlo por razones de salud, económicas, psíquicas, físicas, o porque el barrio donde viven es inseguro?. ¿Qué política pública define lo que representa un «viaje digno» en términos de tiempo de viaje, seguridad, calidad, predictibilidad, confiabilidad, inclusividad, asequibilidad y justicia?. ¿De qué manera generamos servicios de transporte para satisfacer las necesidades de las comunidades indígenas, de modo que el servicio sea un promotor y sostenedor de sus costumbres y cultura?. ¿Cómo podríamos forzar a que el desarrollo territorial avance en función de la movilidad sustentable?. ¿De qué manera reorientamos las obligaciones de la gestión pública para que las decisiones den máxima protección a las formas de movilidad más vulnerables y menos contaminantes?. ¿De qué manera podríamos modernizar el Sistema Nacional de Inversiones de Chile de modo que las evaluaciones sociales de proyectos de movilidad incluyan objetivos, criterios y estándares que aborden los temas anteriores para evitar seguir produciendo ciudades para autos, extensas y contaminadas?. La lista de preguntas podría continuar de manera muy extensa, y ello no es más que la demostración del vacío de lo que perdemos por no tener una Ley de Movilidad.

Desde el punto de vista social, es básico consignar que las personas y las comunidades son diversas, por lo tanto, las formas de moverse o viajar están directamente relacionadas con esa diversidad. Y más aún, las sociedades deberían estar llamadas a conservar y poner en valor esa diversidad. En ese contexto, las técnicas de análisis del transporte no hacen esa diferencia, más bien, generan soluciones que apuntan a un usuario promedio. Tampoco consideran los viajes que no se realizan, a pesar que existen las necesidades o el deseo de hacerlo.

En lo ambiental, hay dos aspectos relacionados con los desplazamientos de las personas que son claves, por un lado la maximización de la movilidad sustentable (transporte público no contaminante, ciclos y caminata), y por otro, la planificación integral e integrada. Ambos, deberían hoy gestionarse bajo un marco normativo de movilidad ambicioso y a una velocidad acorde con las urgencias climáticas imperantes. En este caso, nuevamente, el marco normativo de transporte es insuficiente dado que no cuenta con las competencias para priorizar la movilidad sustentable que lo independice de las decisiones de la autoridad de turno, y por otro lado, tampoco posee las facultades necesarias para obligar a los organismos competentes a trabajar de manera vinculante que considere la movilidad sustentable como norte.

Desde el punto de vista territorial, la experiencia comparada indica que las Leyes de Movilidad son instrumentos claves para ordenar las competencias de los organismos relacionados y con ello poder desarrollar sistemas de planificación territorial integrales e integrados. En esos casos, la totalidad de los países que han legislado lo han hecho colocando a la Movilidad Sostenible como norte. De esa manera, se deja atrás décadas de planificación sectorial que no conversan unas con otras, los cuales han provocado una larga lista de externalidades negativas imposibles de resolver con la normativa actual.

A modo de ejemplo, resulta importante considerar que las razones que motivan a las personas a desplazarse desde un origen a un destino, tienen que ver con aspectos de género, accesibilidad universal, ingreso, segregación, discriminación, seguridad vial y ciudadana, así como con aspectos económicos, de salud, educación, laborales, culturales, religiosos, artísticos, étnicos, patrimoniales, ocio, recreación, entretención, recreativos, deportivos, barriales, territoriales, climáticos, políticos, entre otros. Y por lo tanto, la gestión sobre ellos debe ser multidisciplinaria, interinstitucional, integral e integrada.

Todos los países que han aprobado leyes de movilidad lo han hecho desde una mirada de Derecho Social. El caso más avanzado en el mundo es el de México. Dicho país consagró el año 2022 en la constitución a la movilidad como un Derecho Humano , y gracias a ello, logró aprobar posteriormente la Ley Nacional de Movilidad y Seguridad Vial. Cabe recordar que los Derechos Humanos representan un proceso evolutivo que se arrastra desde el Siglo XVII. Tuvo su primera concreción el año 1948, después de la Segunda Guerra Mundial. En dicho año, la mayoría de las naciones del planeta suscribieron la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el contexto de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se trata de conceptos jurídicos matrices que han ido evolucionando desde esa época. En ese contexto, parece curioso que la necesidad de desplazarse de los seres humanos haya tomado tanto tiempo para alcanzar esta categoría. Al menos, México ya abrió la puerta y dejó a la movilidad en el sitial más alto al que puede aspirar una sociedad.

Respecto de la movilidad como derecho constitucional, se ha abierto una puerta de esperanza en Chile. Ello se debe a una moción parlamentaria liderada por el senador Adolfo De Urresti, más las parlamentarias Núñez y Pascual, y los parlamentarios Durana y Lagos, mediante el Boletín Nº 16.610-07. Se trata de una moción políticamente transversal y con una fundamentación muy sólida que emana de acuerdos y estándares internacionales y con una importante historia constitucional en Chile. Pero ¿porqué es en extremo importante esta oportunidad?. Principalmente, porque en las dos propuestas de reformas constitucionales de los años 2022 y 2023, el Derecho a la Movilidad formó parte de ellas, aunque no como un derecho independiente, sino como parte del Derecho a la Ciudad. Si bien no representa el óptimo a aspirar en este caso, el cual lo representa la versión mexicana como Derecho Social, Fundamental e Independiente, ya es una avance muy significativo tener a la movilidad en la carta fundamental. No obstante, la moción parlamentaria propuesta por el senador y demás miembros del parlamento no incluyó la movilidad, lo que constituye una gestión pendiente en este proceso que ahora sigue abierto al debate y en pleno proceso de perfeccionamiento.

Es importante destacar que hasta ahora, esta columna sólo se ha referido a la movilidad de las personas en condiciones históricas, sin mencionar que una Ley de Movilidad moderna también debe hacerse cargo de los aspectos que están marcando tendencia y que ya son realidad en muchos países, tales como: la conducción automática, micromovilidad, vehículos urbanos aéreos, el teletrabajo, la inteligencia artificial, la intermodalidad, Ciudad de 15 Minutos, Barrios 8 – 80, Zonas de Tráfico Calmado, entre muchos otros.

En definitiva, no tener una Ley de Movilidad es la negación a un mundo de consideraciones que nos harían más prósperos, felices y sustentables, donde la movilidad sería el vector que nos ayude a poner en valor lo que nos hace únicos.

Me Achicaron la Calle

Es digno de estudio sociológico constatar cómo tener un automóvil genera en muchas personas un sentimiento de pertenencia y dominancia absoluta sobre las vías y las actividades de la ciudad por sobre el de otros usuarios. Esta situación, me ha llevado a responder, a veces, uno a uno, vía Twitter, utilizando el hashtag #MeAchicaronLaCalle (ver tweets para argumentos de detalle).

Para estas personas, todo se entiende, lee e interpreta desde el uso del auto: el ancho de las calles, la oferta de estacionamientos y su supuesto «derecho» a estacionar en todas partes, el acceso al comercio, servicio, a las casas y edificios, los condominios, los colegios e iglesias; hasta el Borde Costero, las orillas de lagos y ríos, parques y áreas naturales protegidas. Prácticamente, todo ha tenido que ser diseñado o adaptado para acceder en esta forma de transporte. Si bien por siglos las vías de las ciudades fueron utilizadas por peatones, caballos y carruajes, fue durante el inicio del Siglo XX donde se inició la producción en serie de los automóviles, marcando con ello, la supremacía de este producto en las vías, la que ha durado más de un siglo.

Tantas décadas dominadas por esta tendencia, también lograron que la planificación urbana y la ingeniería de transportes adoptara esta lógica. La idea basal ha sido considerar el aumento tendencial de esta demanda, proyectarla hacia el futuro y satisfacer sus necesidades con nuevas inversiones, lo cual ha llevado a la construcción creciente de más y más infraestructura vial, sistemas operacionales y costosos sistemas de transporte masivo. Y todo lo anterior, bajo una lógica de evaluación social que considera como principales beneficios, los ahorros de tiempo de viaje, el consumo de combustible y otros costos de operación, para los viajes en transporte motorizado. Entonces, resulta importante considerar que Dietrich Braes demostró en 1968, con un ejemplo simple, cómo al agregar más vías en una red de tráfico motorizado, puede llegar a empeorar el desempeño de todos los usuarios (Paradoja de Braes). El fenómeno tiene su base en una decisión egoísta, en donde cada conductor de vehículo decide su ruta en función de la que representa para él el mínimo tiempo de viaje, y por lo tanto, la suma de decisiones egoístas, se convierte finalmente en un «taco» para todos.

«Si todos estos idiotas hubiesen tomado el bus, yo ya estaría en casa»
Fuente: Tweet de @BrentToderian: https://twitter.com/BrentToderian/status/1371129150212218887

Sin embargo, hoy no cabe duda que ello se ha transformado en un problema grave, y no es de extrañar que ya existan ciudades que los quieren eliminar u otras racionalizar su uso. Abundan las fórmulas para atacar este problema. ¿Cuál de todas adoptar?. Esa decisión dependerá de la realidad de cada ciudad y el momento político, económico, social o ambiental en que ésta se encuentre. Lo que está claro, es que la avasalladora explosión que generó esta industria en el mundo ya se comenzó a revertir, principalmente por consideraciones ecológicas, ambientales, sociales y sanitarias.

La existencia de tanta gente que considera que la tenencia de un auto le otorga derechos adquiridos de facto sobre la ciudad, y en particular sobre el Espacio Público, hace que una buena parte de las acciones que urge implementar deben tener un importante soporte político. Es evidente que revertir este problema no es popular, y requiere que las autoridades públicas de los niveles nacionales, regionales y locales sostengan posturas sólidas, apoyadas en políticas públicas eficaces, marcos normativos robustos y una institucionalidad moderna para enfrentarlo.

Si bien los niveles nacionales y regionales juegan un rol importante en este proceso, la mayoría de los liderazgos a nivel mundial se han producido a nivel de ciudades. Las más avanzadas han apostado por disminuir el uso del automóvil por la vía de brindar el máximo de facilidades al transporte público, la bicicleta y la caminata, junto con evitar el uso excesivo del auto. Todo ello, bajo innovadores planes de inversión, rediseño de espacio públicos, integración de los sistemas de transporte urbano, entre otros; a los que les llamaría: «De Primera Generación«, porque actúan directamente sobre el mercado de oferta vial y los sistemas de tráfico y transporte existentes y que luego se mejoran.

Pero también están los que llamo «De Segunda Generación«, como lo son aquellas estrategias conocidas como Desarrollo Orientado al Transporte (DOT). Según lo informa ITDP México: «Esto quiere decir que se debe transitar hacia modelos y estrategias de desarrollo urbano en donde el caminar, el pedalear y el uso del transporte público sean los elementos alrededor de los cuales se genera el desarrollo de las ciudades. Se trata de un modelo de desarrollo urbano que ha comprobado su éxito en el mundo como lo ejemplifican los casos de Copenhague, Curitiba, Denver y Hong Kong.»

Según lo informa el portal de eficiencia energética y arquitectura OVACEN, el diseño DOT de ciudades responde a 8 principios:

  • Caminar: desarrollar barrios que promuevan la caminata.
  • Pedalear: priorizar las redes de transporte no motorizado.
  • Conectar: crear redes densas de calles.
  • Transporte: localizar el desarrollo cerca del transporte público de alta calidad.
  • Mezclar: planificar para usos de suelo mixtos.
  • Densificar: optimizar la densidad y la capacidad del transporte público.
  • Compactar: crear regiones compactas con viajes cortos.
  • Cambiar: aumentar la movilidad regulando el uso del estacionamiento y las calles.
Fuente: https://ovacen.com/que-es-una-ciudad-dot-desarrollo-urbano/

No obstante lo anterior, ya se han comenzado a implementar modelos que llamo de «Tercera Generación«, los cuales estarían representados por la estrategia denominada La Ciudad de 15 Minutos. Según informa BBC NEWS, su concepción proviene del urbanista francocolombiano Carlos Moreno, asesor de la alcaldesa de París Anne Hidalgo, quien, a su vez, es director científico y catedrático de Emprendimiento, Territorio e Innovación (ETI) de la Universidad Sorbona, de París.

Se trata de una idea muy revolucionaria, porque al condicionar el tiempo máximo de traslado de las personas, lo que se está haciendo es activar una batería de acciones para reestructurar todos los servicios que presta la ciudad para que la satisfacción de las necesidades de las personas ocurra en las cercanías de sus hogares, en cuyo contexto, los modos que toman la máxima relevancia son la caminata y la bicicleta, y en casos sobresalientes, una ciudad exitosa bajo este modelo, podría hasta prescindir de complejos sistemas de transporte público bajo la hermosa premisa que dice: ese tiempo que pierdes en un andén, lo podrías disfrutar en casa o en un espacio público. ¡De locos! – dirán muchos – ¡Muy factible! – dirán otros – sobre todo considerando las inmensas sumas de dinero que se invierten en sistemas de transporte público, vialidad y autopistas. Fondos que perfectamente se pueden redirigir para generar barrios, centros o sub-centros autónomos. En este caso, el foco deja de estar en la ingeniería de transporte, para pasar al área del diseño urbano, la planificación de los usos de suelo de las ciudades y sus espacios públicos.

Fuente: París y su plan para eliminar el coche, una ciudad de 15 minutos
https://tuul.tv/es/ecologia/paris-su-plan-eliminar-coche-una-ciudad-15-minutos

Personalmente, yo lo veo como el único camino que podría dilatar la Crisis Climática (ver columna que escribí al respecto) y también a sobrellevar la Pandemia del COVID-19 (ver columna que escribí por esa temática). Y por lo tanto, convertir todas las ciudades en Ciudades de 15 minutos pasa a ser una obligación moral, social, sanitaria y ecológica, donde el Bien Común debe primar por sobre el Bien Individual, y donde posiciones como #MeAchicaronLaCalle, deben ser totalmente desterradas.

¿Qué tendría que ocurrir en Chile para tener Ciudades de 15 Minutos?. Acá una lista de 8 propuestas, muy oportunas creo yo, justo en año de elecciones (2021) para que sean incluidas en programas de futuros alcaldes, constituyentes, Gobernadores Regionales y presidente.

(1) Ciudad de 15 Minutos en los GOREs: convertir el Departamento de Áreas Metropolitanas, que depende de la División de Planificación de los Gobiernos Regionales, en una unidad que promueva las Ciudades de 15 Minutos. Debemos evitar que dicho departamento opere con una visión de «Primera Generación» y lo haga como uno de «Tercera Generación» según se explica más arriba en la presente columna.

(2) Programa Movilidad Activa en GOREs: transferir desde los niveles centrales (MTT, MOP y MINVU) a los GORE las competencias para planificar, diseñar, construir y mantener Ciclofacilidades, Circuitos Peatonales y Espacios Públicos y alojar dicho programa en el Departamento de Áreas Metropolitanas. Dicho programa, debería coordinarse estrechamente con los municipios y redireccionar hacia él, abundantes recursos, tal como ahora lo ha hecho Canadá.

(3) Ley de Movilidad: implementar urgente en Chile esta normativa, en los términos que ya lo hizo el Distrito Federal de México y como lo propuso la Mesa Ciudades del Comité Científico COP25 de Chile.

(4) Plan 100KB/100KP: construir 100 kilómetros de ciclovías de Alto Estándar y lo mismo de Circuitos Peatonales en Chile cada año. Para las ciclovías usar los estándares MTT y MINVU, y para los circuitos peatonales la Metodología de Circuitos Peatonales de SECTRA.

(5) Plan 100.000EB: implementar 100.000 biciestacionamientos a lo largo de Chile que sean gratuitos, accesibles y seguros cada año con el fin de activar la demanda de usuarios que está dormida por no contar dónde estacionar la bicicleta.

(6) Carta del Caminar: impulsar para que todas las comunas del país firmen la carta propuesta por la fundación Walk21 para luego convertirla en ordenanza local, siguiendo el ejemplar camino emprendido por la Municipalidad de Rancagua.

(7) Observatorio de Movilidad Activa: ampliar el plan de monitoreo de flujos en ciclovías que hoy posee el MINVU, para convertirlo en un gestor de información de flujos, monitoreo de tipos de usuarios, estadística y gestión de indicadores asociados a ciclistas y peatones en todas las ciudades del país.

(8) Acuerdo de Movilidad a Energía Humana: apoyar la implementación total del acuerdo impulsado por la sociedad civil, la academia y entidades públicas.